Con el tiempo he llegado a la conclusión de que fui muy canija conmigo misma, me hice daño por cosas y personas que no valían la pena. Deje de hacer cosas por agradarle a la gente, por encajar y ser aceptada. Le rogué a personas que no lo merecían. Puse a los demás por sobre mí. No me valoré lo suficiente. Pero llegó el momento en que me di cuenta de todos mis errores y comencé a repararlos, alejé a todas aquellas personas; comencé a ser yo misma, porque si alguien va a quererme, que sea por lo que realmente soy; comprendí que quien quiera estar conmigo lo haría, sin necesidad de rogar, comencé a pensar en mi y a valorarme más. Llegó el momento donde me perdoné y pude ser realmente feliz. ;)
Les comparto una alegoría que encontré “Un día pasas por una zapatería y zas, ves un par de zapatos fabulosos, tan bonitos, tan altos, tan diferentes... Rápido pides tu talla pero no hay. Así que te pruebas otro número, uno más pequeño. No es el tuyo pero quizá funcione. Te miras al espejo y ... wow, son los zapatos más bonitos que has tenido en tu vida. Simplemente perfectos, te ves genial. Solo hay una cosa, te aprietan. No mucho, sólo un poco, pero te aprietan... Aún así, decides llevarlos, te gustan demasiado. Al día siguiente ya te los pones. Tus pies terminan un poco cansados pero lo toleras. Los días siguientes te aprietan un poco más, ya duelen tus dedos. Pero te gustan tanto que sigues usándolos. Te ves fabulosa. Pasan los días y ya tienes ampollas, ya ni puedes caminar...pero te gustan demasiado y no puedes dejar de usarlos. Hasta que un buen día, hinchados y doloridos, tus pies dicen, ya no más. Ya no te valen, ya no te entren los zapatos. Lo intentas, los aflojas, encoges...
Comentarios
Publicar un comentario